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Mostrando entradas de octubre, 2018

La mañana lluviosa

El chapoteo del tejado no dejaba dormir a Marta. Fuera el aroma del café que estaba preparando Hugo inundaba toda la cocina. La lluvia no cesaba en el exterior y el frío se apoderaba de todos los miembros de su cuerpo. Se levantó de la cama y fue donde estaba su marido. Le tocó su hombro y le dió los buenos días sin encontrar respuesta en él. - Veo que te has levantado hoy simpático. Le increpó esta. Le llamó la atención que sólo hubiera una taza. Algo le pasaba a Hugo. - ¿Estas bien?. ¿He hecho algo que te haya molestado?. La respuesta fue el mismo silencio de antes. Esta vez si pudo apreciar unas lágrimas en los ojos de su marido. - Está bien, como quieras. Me voy a dar una ducha. Espero que cuando salga me digas algo. Al salir vió algo que la sorprendió. En el calendario de la puerta marcaba el mes de Agosto. Pero lo que más aterrada le dejó fue que en que el último día señalado ponía: Funeral de Marta. Manuel López Hueso

La noche

La cafetera estaba echando humo de forma desenfrenada desprendiendo por toda la cocina el suave aroma del café recién hecho. Esa noche iba a ser larga para Daniel. Las imágenes de la ouija que hizo la noche anterior con sus amigos le atormentaba. El miedo reinaba en su cuerpo. Esa noche hacia más frío del habitual y se había dispuesto a no dormir. Aquel presentimiento de que algo ocurriría no le dejaba dormir después del accidente de su amigo esa misma mañana y de las cosas que les habían pasado a los demás que con él hicieron el juego en esa tabla maldita. Sus voces a través del teléfono reflejaba el miedo en ellos. El timbre de la puerta empezó a sonar con fuerza. Él no esperaba a nadie, y menos a esa hora. Haciendo acopio de algo de templanza fue a ver quien era, no sin antes coger un cuchillo de grandes dimensiones. En la hoja se vio reflejado. Estaba blanco. El timbre seguía sonando. Quien fuera tendría mucha prisa por que abriera. Pegando su frente a la fría puerta cerró un

Los dos señores

El era el Señor de todo el castillo. Al menos así se veía el. Tenía a súbditos que mañana tras mañana le adoraban como si fuera el mismo Dios viviente. Y a el eso le daba fuerzas para seguir gobernando. En la fortaleza de al lado un S eñor se había autoprocamado rey de esas tierras por lo que había cruentas batallas por el dominio. Hasta caballeros vestidos de blanco, mandados según el por el mismo Papa de Roma, llegaban a separar a estos dos señores y sus ejércitos con éxito. Ese Señor es mi padre y su castillo sólo la habitación donde duerme. El mundo detrás de los muros del hospital psiquiátrico es otro distinto, y mejor a veces, que el que vivimos al otro lado. Manuel López Hueso

Amor

El amor es parecido a las primeras lluvias del año. No porque te empapen sino porque te pueden dejar resfriado mucho tiempo. Manuel López Hueso

El viejo del mar

El viejo marinero echa la red en medio del gran mar en el que navega con su barca. Es lo que lleva haciendo cada mañana desde que tiene uso de razón, y de eso hace ya muchos años. Su frágil memoria se fue debilitando hace poco pero aún recuerda días importantes de su vida.. Su primer beso, su boda, el nacimiento de sus hijos o la muerte de su esposa. Lo curioso es que no se acuerda, por más que se esfuerza, en como ha llegado alli esa mañana, tan sólo en que la noche anterior estaba en su cama, rodeado de su hijo el mayor el cual lloraba sin saber porque. ¡Parece que tenemos peces! d ice mientras recoge la red. Su esposa a su lado le sonríe. Manuel López Hueso

El Guetto

El frío había llegado y la comida empezaba a escasear, pero Otto estaba feliz esa mañana. Su pequeña panadería llevaba cerrada desde que empezó la guerra, y de eso ya hace tanto que ni se acuerda. La noche anterior, su esposa e hija habían montado en el mismo tren que ahora esperaba, que según los oficiales de la SS la llevarían a un nuevo Guetto en Treblinka donde tendrían comida, agua caliente y techo donde cobijarse en el duro invierno de Polonia. Acariciando la estrella amarilla de su chaqueta recordó el día del nacimiento de su hija. Ese momento fue el más feliz de su vida. Al llegar el convoy se montó en un vagón. No cabía ni un alfiler. Sentía que le faltaba el oxígeno. Pero el era feliz. Manuel López Hueso

Frente al espejo

En el salón una niña juega tranquilamente mientras su joven madre se maquilla frente al espejo. Las lágrimas hacen que sea tarea difícil. El reloj avanza rápidamente y daría lo que fuera por que se parara. Al poco la puerta se abre. Su sueño se torna de nuevo en pesadilla. No habrá maquillaje que camufle tanto sufrimiento. Manuel López Hueso

El osito de trapo

Las sirenas antiaéreas sonaban de nuevo en la vieja ciudad destruida ahora. El, como tantos otros, corrían por los cascotes de lo que había sido su hogar, donde hace unos años había paseado con su novia o donde había tomado algún que otro té. Hoy todo es olvido. Seguían los llantos de un niño que en la lejanía suplicaba unos brazos que los protegieran. Levantando piedras logró ver al pequeño, que se aferraba a un osito de trapo. Sólo pudo tocar la mano del niño, ya que un sonido indescriptible rompió el cielo seguido por una explosión. A las horas encontraron sus cadáveres juntos y un osito de trapo a su lado. Manuel López Hueso

El primer dia

Sentada en el frío andén de la estación espera su tren. A su alrededor jóvenes con los auriculares puestos con la mirada fija en un punto, producto tal vez de la somnolencia. Era su primer día de trabajo y no quería llegar tarde, razón de más por la que habría llegado puntual a la estación. Al llegar su tren se para, y sube ella y los demás viajeros. Avanza hasta la cabina del maquinista esperando que este salga, y cuando lo hace le da los buenos días y se sienta al mando del convoy. Hoy será un gran día, piensa mientras acelera el tren. Manuel López Hueso

Roma Imperial

Querida por muchos, odiada por otros. Así es la eterna ciudad cuyas ruinas duermen ante los flashes de cámaras y explicaciones de guías. Ella sabe que nunca volverá a ser lo que era y espera que el paso del tiempo la convierta en polvo para así descansar eternamente. Manuel López Hueso

El ciclón

Eres tan imprevisible como un ciclón, que devasta todo a su paso con la diferencia que este se va después del daño y tú te quedas a reconstruir la ciudad con ladrillos de papel. Lo raro es que me gusta. Manuel López Hueso

El primer beso

Recuerdo nuestro primer beso, nuestra primera caricia y hasta lo que cenamos aquella noche. Nunca supe decirte lo que te amo. Lástima que te lo diga hoy, en el dia de tu entierro. Manuel López Hueso

Sinfonía nocturna

Esa puta melodía de saxofón del vecino de arriba me tiene sin dormir. Tendré que enseñarle como suena un revólver 38. Manuel López Hueso

El olor de la verdad

Estaba ya tan acostumbrado al perfume que ella desprendía que cuando se le acercó notó la fragancia de otro hombre. Manuel López Hueso

La chica del abrigo rojo. (Versión libre del famoso cuento Caperucita Roja)

La niña avanzaba por el paraje, ataviada sólo con su abrigo rojo, el cual la protegía de la prominente lluvia que acababa de empezar a caer. En esa época de principios de invierno no eran muchos los peregrinos que se encontraba por el camino que con su bordón y viera se adentraban en las profundidades de uno mismo para encontrarse con el apóstol y tener algo de tranquilidad que le ordenara sus vidas. Su padre regentaba un refugio privado a las afueras de Portomarín donde además de cobijo daban al fatigado caminante algo de caldo y agua. El negocio familiar no estaba en su mejor momento debido a que cada vez se veían menos peregrinos por allí. Tan sólo en los meses de verano parecía remontar algo. Una brisa de aire frío la empezó a sobrecoger, así que se abrochó el abrigo y se agarró a las asas de la mochila que llevaba colgada en su espalda. Los cinco kilómetros que separaban su casa de la de su abuela les eran familiares. Cada piedra, cada árbol, cada poste con la característica

Simplemente lo siento (microrrelato)

No se como pudo ocurrir. Siento haber bebido, siento no haber dejado que conduzcas tu... lo siento. Manuel López Hueso