El Guetto

El frío había llegado y la comida empezaba a escasear, pero Otto estaba feliz esa mañana.
Su pequeña panadería llevaba cerrada desde que empezó la guerra, y de eso ya hace tanto que ni se acuerda.
La noche anterior, su esposa e hija habían montado en el mismo tren que ahora esperaba, que según los oficiales de la SS la llevarían a un nuevo Guetto en Treblinka donde tendrían comida, agua caliente y techo donde cobijarse en el duro invierno de Polonia.
Acariciando la estrella amarilla de su chaqueta recordó el día del nacimiento de su hija. Ese momento fue el más feliz de su vida.
Al llegar el convoy se montó en un vagón. No cabía ni un alfiler. Sentía que le faltaba el oxígeno. Pero el era feliz.

Manuel López Hueso

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